jueves, 24 de agosto de 2017

Conexiones

A mi pequeño Russell mi hormiguita que pulsa mi corazón y mi mente.

Había un bosque a la mitad de la nada, íbamos bordeando el firmamento, teníamos hambre y decidimos parar a comer y adentrarnos en la verde espesura. Vimos de repente a unos animalitos que se organizaban entre las malezas y las raíces de los arboles, casi hablaban entre sí; quise guardar ese recuerdo en mi mente,  me sorprendí cuando éstos; complacientes posaron sonrientes. Uno me extendió su patita, y al tocarlo cruzo todo mi brazo y llegando hasta mi oído me rasguño, me rasque y sentí que lo había mal gobernado al pobre, salimos del bosque y por la noche al dormir hablaba yo en mis sueños en otra lengua,  las imágenes no correspondían a ningún recuerdo, pronto empecé a sospechar que mi amigo insecto había entrado en mi cabeza y me hablaba a su discreción por las noches.  A veces lloraba sin querer, y reconocía una voz en mi conciencia que me hablaba de descubrimientos y lo aprendido sobre el hombre y que deseaba llorar a través de mí, porque como insecto afuera siempre creyó que la grandeza del hombre se manifestaba en su naturaleza con el hombre mismo, y luego de aprender todo lo que había aprendido en mi mente de niño, ya no quería ver a través del hombre, sino desde la sabiduría de la naturaleza y los designios del buen Dios.

Ahora enclaustrado en mi mente lleva treinta años buscando escapar de la saturación de tantas ideas y conceptos pero sin armonizar con su entorno, mi mente quiere y sigue queriendo comprender y gobernar su entorno, desea una cosa y mañana se dispersa con otra. Por más que intenta recuperar el recuerdo para salir, el estadio de neuronas crece, como el pasto en el bosque pero exponencialmente más rápido, el camino nunca es el mismo en cada segundo, la imaginación es infinita  y los impulsos nerviosos tan rápidos y efímeros que no termina de dar paso y el camino como toda Utopía se hace más largo.

Un día mi pequeño amigo despertó con la conciencia que envejecía, que su cuerpo no podía siquiera posarse en nada, y tuvo vértigo. Destrozo la mitad de su cuerpo para ser más liviano y poder bajar por el líquido viscoso rojo hacia otra parte.  Antes de morir se dio cuenta que había provocado mi muerte,  y fue feliz por que encontró la luz detrás del túnel,  y recordó la voz de los pájaros matutinos en el bosque y esa paz que solo la armonía con todo lo creado provoca, y yo recordé antes de morir cuando la conciencia se vuelve suprema que  muriendo mi hormiga con mi cuerpo inerme en paralelo,  un campo magnético se abre a otra dimensión donde nos convertirnos en estrellas, en este peregrinar de los pensamientos del universo.


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